¿Las cosas siempre son como nosotros las imaginamos? Creo que no.
Esta mañana fuimos a la playa con los perros. Al entrar en el pinar que bordea la playa vino corriendo hacia nosotros una hembra de labrador negra. La cola se movía a una velocidad vertiginosa y parecía un hélice. Clarísimamente buscaba a alguien. Llevaba un collar de cuero rojo pero sin chapa. Pensamos que talvez hubiese venido con un pescador y que lo veríamos sobre las rocas, pero cuando llegamos a la playa no había nadie sobre las rocas y la playa estaba desierta.
Saludó a los perros pero en seguida empezó a entrar en el agua buscando algo, pero no se podía adentrar mucho porque las olas eran grandes. Entonces nos dimos cuenta de que posiblemente fuese la perra de un surfista. Mirando mar adentro, donde nacían las olas divisamos a dos surfistas. De hecho eran el sueño de todo surfista, porque podían estar sobre la tabla durante mucho tiempo. Seguramente uno de ellos era su dueño, pero si a nosotros nos había costado trabajo verlos, desde su perspectiva de ojo de labrador sería imposible y eso era la causa de su gran preocupación.
Decidí intentar llamarle la atención. Empecé a agitar un pañuelo rojo y a gritar, pero creo que no me habría podido oír por el estruendo de las olas. Mientras tanto ella seguía entrando y saliendo del agua. Después de algún tiempo me di cuenta de que el surfista me había visto y empezaba a salir del agua. En cuanto lo vio, la perrita se puso muy contenta y empezó a menear el rabo de manera sosegada. Se fue corriendo hacia él claramente muy contenta de haberlo recuperado.
Le expliqué que la perra había salido a la carretera y que mostraba un comportamiento muy ansioso. El joven nos dijo que tenía diez años y que venía a la playa con él desde los cuatro meses. Le dijimos que era evidente que estaba bien cuidada pero que quizás él no se daba cuenta de que mientras él hacía surf ella se preocupaba, porque no lo podía ver. Al menos en esta ocasión había sido así. Sugerimos que talvez en el futuro podía dejar una toalla o una mantita para darle un punto de referencia.
No quería dejarla en su furgoneta. Entonces se me ocurrió que si la dejase en el vehículo posiblemente estuviera más consciente del tiempo que se quedaba sola. Dejándola en la playa él pensaba que así estaba libre y que podía correr y bañarse como les gusta a los labradores, pero en el fondo este razonamiento se basa más en su propia zona de confort y no en la de la perrita. Claramente la quería mucho y ella a él, pero me pareció que éste era un caso típico en que asumimos que todo está bien porque no vemos lo que ocurre. Al salir del agua él la vería feliz y contenta y creería que había estado así todo el rato y no se daría cuenta de que mientras él estaba fuera de su línea de visión la perrita estaba preocupada y exhibía un comportamiento ansioso.
¿La conversación servirá para cambiar las cosas en un futuro? No lo sé.