¡Qué triste es la vida de muchos perros! Y no me refiero a los perros maltratados, abandonados, abusados, que pasan hambre y sed. Ésta es una dimensión de mayor sufrimiento. Me refiero aquí a los perros, mayormente mastines, que viven en el campo: tienen casa, tienen dueño que les da de comer, pero sus vidas son espantosamente tristes.
El otro día fuimos a ver pasar los ciclistas en la Vuelta Ciclista de España que iban a pasar cerca. Nos colocamos en un lugar donde se tendría una buena perspectiva. Mientras esperábamos la llegada de los ciclistas me puse a observar un perro, un mastín negro, en una casa al otro lado de la carretera.
No estaba encadenado ni amarrado, lo cual es un adelanto ya que la mayoría de los perros en el medio rural se pasan las 24 horas del día encadenados. Tenía un cercado de unos 6m2 y ahí es donde pasa la vida entera. Se tumbó un rato dentro de la caseta y después se quedó de pie observando las gallinas que escarbaban en la tierra al otro lado de la valla, y miraba hacia la casa. Eso ya es bastante triste.
De pronto se le irguieron las orejas y miraba fijamente hacia la casa. Al poco tiempo apareció el dueño de la casa que venía a recoger los huevos de las gallinas. Antes de que apareciese el hombre el perro empezo a dar vueltas por el cercado. Cuando apareció el hombre se acercó a la valla meneando el rabo con entusiasmo. Sin respuesta. Empezó a lamer los labios y a bostezar. Sin respuesta. Luego se dio por vencido y se tumbó de nuevo.
Después de un ratito el hombre salió de nuevo y cruzó la carretera para ver la carrera ciclista. El perro se acercó de nuevo a la valla y observaba a su dueño al otro lado de la carretera. Sin respuesta. Era un ser vivo, pero completamente invisible. No existe. ¡Qué triste!
¿Qué hacer? Deberíamos decirle algo al hombre? Estas situaciones son muy delicadas porque lo más probable es que la gente cree que al darle de comer y protegerlo del peligro del tráfico con el vallado están haciendo muy bien. Desde ese punto de vista, es así, pero se ignoran las necesidades anímicas y emocionales del perro. Es más que probable que las personas desconocen la existencia de estas necesidades.
Al final decidimos decir algo, así que le pedí a mi marido que se acercara ya que pensé que talvez aceptaría mejor las ideas si las expresara otro hombre. Inició la conversación alabando el huerto tan hermoso y bien cuidado. Luego le comentó lo hermoso que era su perro y nos enteramos de que se llama Zar. Entonces le habló de todas las señales de apaciguamiento que había mostrado en su intento de llamarle la atención y explicó que los perros, que son animales sociales, necesitan relacionarse. La conversación fue bien y es de esperar que algunos puntos permanezcan en la conciencia del hombre para estimular una mayor interacción con su perro. Sólo podemos esperar que la vida de Zar sea más interactiva en el futuro.