Ayer tuvimos el segundo día del primer taller presencial de TTouch en dos años. La primera noticia agradable fue ver llegar a Balú: su cola no estaba metida entre las patas sino sacada y se meneaba, un poco rápidamente, es cierto, pero la diferencia comparada con la semana pasada fue notable y entró en el local con menos aprensión.

En esta segunda sesión los participantes tuvieron la oportunidad de practicar lo aprendido en el primer día y aumentar su repertorio de TTouches incorporándose también el trabajo de oreja y de boca. Esto fue importante porque al examinar las fotos sacadas en la primera sesión era evidente que había algunas cosas que corregir, sobre todo la posición de la persona en relación al perro mientras trabaja. Este tema no es tan crucial cuando se trabaja con el perro propio o conocido, pero cuando se trabaja con un animal desconocido la seguridad es un factor importante y también es fundamental asegurarnos de que el animal no se sienta atrapado.

Uno de los momentos de que disfrutaron mucho fue cuando los participantes tuvieron la oportunidad de experimentar en su propio cuerpo la sensación producido por diferentes TTouches, sobre todo la oruga y el pitón.

Otro ejercicio revelador fue cuando los participantes pusieron vendajes corporales. Así pudieron comparar el impacto diferente dependiendo de la configuración. Con el vendaje cruzar-el-corazon, la mayoría describió la sensación como “Es como un abrazo”, “reconfortante” y sensaciones  similares. Sin embargo, una participante sintió que se le oprimía el corazón con esta configuración. Me alegré de que surgiera este comentario porque dio la oportunidad de que los participantes se dieran cuenta por su propia experiencia de lo importante que es observar la respuesta del animal, porque lo que a uno le resulta reconfortante a otro le puede resultar agobiante.

Las opiniones acerca del vendaje “chal fueron bastante unánimes. La gente se sentía “empoderada”, fuerte” “erguida”, “dispuesta a todo”…

Durante la sesión de trabajo de pista se pudo apreciar cómo la pausa durante la semana había permitido que la gente asimilase diferentes cosas. Para que los participantes pudieran concentrarse más sobre sus habilidades de manejo, se montó un circuito sencillo: un laberinto abierto, un slalom corto y palos dispuestos en el suelo, primero en forma de cruz y después en estrella. Aunque la técnica todavía no era perfecta, todas las personas estaban conscientes de cuando necesitaban corregir algo: relajar los hombros, bajar las manos para que la correa quedase suelta y dibujando una “sonrisa”, parar para reorganizarse cuando fuese necesario, reconocer cuando su perro estaba llegando al límite y retirarse para que pudiera reponerse, sabiendo que nadie los estaba juzgando.