Cuando Squeaky dio a luz, mostró toda la astucia y todas las habilidades que necesita un gato salvaje para sobrevivir. Buscamos por todos los lados, pero no fuimos capaces de descubrir donde tenía escondidos sus gatitos. Encontramos la caja donde habían nacido, pero ya los había cambiado de sitio. De hecho, llegamos a creer que algún depredador los había matado, pero no…
Al cabo de cinco semanas con gran orgullo presentó a sus hijos en sociedad. Uno a uno los bajó del desván y los instaló en el garaje. A partir de ese momento dio una lección magistral enseñando a sus hijos lo que necesitaban saber para sobrevivir. En cuanto sintieran el menor movimiento, ella daba una señal vocal y ellos se escabullían para esconderse en algún lugar impenetrable.
Durante las semanas siguientes me quedé maravillada al oír el vocabulario tan amplio de vocalizaciones que usaba con ellos: diferentes tonos de voz, algunos sonidos guturales casi como un gruñido, otras voces de registro alto. Algunas señales les indicaban que se escondiesen, otras para que acudiese a ella. Y otras para indicar cosas que yo no entendía, pero los gatitos sí que entendían a la perfección y respondían sin rechistar.
Ha sido una mama ejemplar. No comía hasta que hubiesen comido ellos. No los dejó solos salvo cuando tenía que hacer sus necesidades más básicas. Al principio los gatitos se movían en un área muy pequeña alrededor de ella, pero poco a poco se fue ampliando su campo de acción. Si se alejaban más de la cuenta, ella los llamaba inmediatamente. A medida que pasaban las semanas, les iba dando más libertad, y era una delicia observarlos mientras jugaban con la alegría sin límites de descubrir el mundo. Todo era motivo de aprendizaje y diversión: hierbas altas y arbustos para jugar al escondite y hacer emboscadas, mariposas y moscas para perseguir, flores para oler, topillos para cazar. Me dio mucha pena cuando consiguieron cazar un pajarito. Su agilidad y su propiocepción son francamente portentosas.
Paulatinamente les ha ido permitiendo alejarse más, pero ella se coloca en un lugar estratégico para poder observar lo que ocurre. A veces se frustra cuando no acuden inmediatamente, pero al final llegan.
La dificultad fue que su introducción en sociedad coincidió con que yo fracturé el hombro y no pude hacer lo que hacía falta para socializarlos con los humanos y contrarrestar las enseñanzas innatas de su madre que los humanos constituyen un peligro. Me da la impresión de que posiblemente haya tenido otra camada anteriormente y le hayan quitado las crías y por ese motive los ha defendido con tanta fiereza. Esta tarea de socialización sigue su curso.
Uno de los gatitos, un macho, tiene ganas de interactuar y juega bastante con nosotros. Hemos hecho una serie de juguetes que puede perseguir y, mientras juega, yo uso una pluma atada a un palito para tocarle el cuerpo. Parece que le gusta. En los últimos días he conseguido alternar los toques con la pluma con la mano. Siempre que esté jugando acepto el contacto con la mano, pero luego se puede asustar y alejarse un poco. Sin embargo, el poder del juego vence al final y vuelve. Ahora asocia el juego con nosotros y cuando nos ve se acerca pidiendo jugar.
Para aliviar su ansiedad acerca de los humanos ofrecí primero aceite macerado de hipérico, pero no les interesó. Luego fui dejando macerado de cáñamo y alguno lo estaba tomando. Esta mañana he visto que el gatito juguetón bebe el aceite de cáñamo. Ahora la pregunta interesante es si el cáñamo ha jugado un papel fomentando la confianza que le ha permitido ser más extrovertido y confiado que sus hermanos. Al agua añado el remedio rescate de flores de Bach y también mímulo o flor mono.
El otro gran desafío ha sido que cada verano una pareja de golondrinas anida en el garaje. Este año han sacado adelante dos nidadas de tres pollitos cada una. La segunda nidada salió del nido ayer, y hoy se han unido los de la primera nidada de manera que la familia extendida se reúne en el garaje.
Eso sí que es un espectáculo, ver a los pollitos recién salidos del nido hacer acrobacias aéreas a alta velocidad primero dentro del garaje y después afuera. ¡Nunca me deja de asombrar la idea de que en muy pocas semanas estos pajaritos tan pequeños harán un viaje de 6.000 km para llegar a Sudáfrica o Namibia!
Esta cohabitación ha presentado sus dificultades, la mayor de ellas conseguir que los gatitos no lograsen cazar una de las golondrinas. Hasta ahora lo hemos conseguido. Hoy decidimos que sería aconsejable quitar todas las cajas y otras cosas que los gatitos pudieran aprovechar como plataforma de salto, así que la zona del garaje donde está el nido está despejada. ¡Eso sólo significa que el caos se ha trasladado al otro extremo! Ahora crucemos los dedos…
Otra cosa que me pareció espectacular es el coraje de las golondrinas. Cuando la primera nidada estaba a punto de salir del nido los padres se lanzaban como Stukkas sobre los gatos avisándoles que deberían quitarse de en medio. Una vez que los polluelos se habían lanzado al aire, este comportamiento cesó y no lo han repetido con la segunda nidada. ¿Es que creen que se ha establecido cierto status quo y que los gatos ya no suponen un riesgo tan grande? ¡Esperemos que estén en lo cierto…!
La otra incompatibilidad es la divergencia de necesidades. Los gatitos me han enseñado hasta qué punto los gatos son animales crepusculares. Durante unos días, como el mundo era tan nuevo y emocionante, querían quedarse afuera hasta el anochecer. Habría sido útil poder encerrarlos antes, pero las golondrinas estaban trabajando a destajo para alimentar a sus polluelos de manera que no se recogían hasta que estuviese a punto de desaparecer la luz. Entonces los gatitos ya habían entrado en su segunda fase de juegos y exploración y no querían entrar. Ahora a los gatitos les gustaría recogerse antes, pero las golondrinas siguen cazando insectos mientras haya luz.
A fin de cuentas, ha sido una curva de aprendizaje bastante empinada en cuanto al comportamiento de los gatos silvestres. Ahora el gran desafío es poder recluir a Squeaky para poder esterilizarla y luego habrá que hacer lo mismo con los gatitos cuando tengan edad suficiente.
¡¿Quién dice que la vida es aburrida?!